Buscaba un pájaro en una orilla,
y encontré un jardín,
¡Oh Dios que maravilla!,
mirarlo era como, tener una vista sin fin.
En el todo olía a cerezo
quizás porque mi alma estaba llena
no sabia si cantar, si bailar o escribir un poema
porque alli sentía como si me diera un beso.
De mi corazón salió llano y liso
pero alegre y cantarín
un pajarito que voló,
hacia ese hermoso jardín.
Dio vueltas sin saber lo que buscaba,
pero sabia que lo que el anhelaba,
allí estaba.
Cuando cogió un pequeño vuelo
elevándose y viendo el jardín
en su inmensa intensidad lo vió
hermoso desde el inicio hasta el fin.
El jardín tenia cuerpo de mujer
¡Dios¡, ¡Que hermosura!,
¡Que Ricura!,
¡Que dulce y sabroso de ver!.
Ella lo cogió con su mano
le ofreció una caricia
el se sintió lleno
era estar en la delicia.
Ese jardín tenia unos hermosos ojos sonrientes
tirabuzones en el pelo
una sonrisa resplandeciente
y sobre todo, poemas en su anhelo.
Olerlo era llenarte el alma,
tocarlo era tocar el cielo,
abrazarlo era igual que vivir eternamente en calma,
y tenerlo, !jo!, tenerlo era, sin morir haber llegado al cielo.
Allí junto a el, no me di cuenta,
y de ese jardín me enamoré,
de sus palabras, de sus olores, de su mirada,
todos mas sabrosos que un ferrero roché.
Sus caricias en cada uno de sus rincones
hicieron que yo no quisiera mirar en otro jardín
ya que allí me sentía como un Bergantín
con las galeras llenas de doblones.
Ese jardín es, desde entonces el único jardín que deseo,
es, el sueño que cada noche que sueño yo veo,
es, el aroma que en cada amanecer respiro,
y que cada anochecer suspiro.
Suspiro tenerlo por la mañana al despertar
ahora esta en la otra orilla de este mismo mar
pero se que su perfume no tiene distancia
porque hasta aquí me llega su fragancia.
Y cerrando sus ojos,
y cerrando los mios,
estamos de nuevo juntos,
del mismo modo que juntos seguiremos
incluso después de que ambos cerremos
para siempre los ojos.
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